Housing and Land Rights

Una historia de resistencia y renovación: la comunidad afrodescendiente de Palmarito (Parte I)

Afrovenezolanxs conversan sobre sincretismo, resistencia anticolonial y organización comunitaria en el margen sur del Lago de Maracaibo.
El modelo de la actual comuna socialista de Palmarito se erigió tras siglos de resistencia afrovenezolana y cohesión cultural. La lucha histórica de la comunidad contra la esclavitud, sus tradiciones perdurables, como la devoción a San Benito, los ritmos colectivos del Chimbánguele, y el vínculo vital con el Lago de Maracaibo, establecieron los cimientos de llevar a cabo prácticas profundamente arraigadas de forma conjunta.

Palmarito, en la orilla sur del lago Maracaibo, es una comunidad afrovenezolana forjada por siglos de historia, cultura y resiliencia. Sus habitantes conservan tradiciones vinculadas al legado africano y al comercio pesquero. La comunidad socialista constituye el eje de la vida en Palmarito: un tipo de autogobierno popular que transforma la vida cotidiana y el trabajo en un proyecto común.

El pueblo forma parte de los “pueblos santos”, un conjunto de comunidades afrodescendientes unidas por la devoción a San Benito de Palermo, el “santo negro”, y por los ritmos rituales del Chimbánguele. La vida en Palmarito siempre ha girado en torno al lago: sus peces proveen sustento y sus rutas acuáticas conectan a los habitantes de las orillas. Desde la lucha contra la esclavitud y la creación de comunidades cimarronas de la época colonial hasta el autogobierno vigente las comunidades, la historia de Palmarito es una ejemplo de resistencia y acción colectiva. 

En la Parte I de esta serie testimonial sobre la comuna afrodescendiente de Palmarito, recorremos sus orígenes y la historia del pueblo.  Las próximas entregas se centrarán en su vida cultural, la economía pesquera y el impacto del bloqueo estadounidense.

La comunidad de Palmarito

Fundada en 2011, la comuna afrodescendiente de Palmarito reúne a unas 3 000 personas a lo largo de la costa sur de un gran lago conectado con el mar Caribe.

Leonardo Pirela: La comunidad es el proyecto que Chávez nos dejó, pero aquí en Palmarito, el espíritu de la comunal es bastante más antiguo. Mucho antes de que existiera la palabra, ya éramos una comunidad muy unida. 

Somos parte de los pueblos santos, un conjunto de localidades afrodescendientes a lo largo de la orilla sur del lago Maracaibo. Nos caracterizan: la devoción a San Benito, un santo negro ataviado con una túnica azul oscura; los Chimbángueles [tradición tamborilera]; y los cánticos que nos unen para conmemorarlo a él, y a la vida en comunidad.

A San Benito le cantamos: Ajé, San Benito Ajé. "Ajé"* es un equivalente sincrético de San Benito. 

Nuestra historia es de resistencia: primero contra la esclavitud, después contra la dominación criolla, de la que surge una comunidad capaz de valerse por sí misma. La vida aquí siempre ha estado marcada por la pesca y por las prácticas culturales de raíces africanas.

San Benito y el Chimbánguele, la comunidad y los consejos de la gente del mar [CONPPAS, por sus siglas en español: Pescadores Artesanales de Venezuela] son los que nos permiten tener una la vida digna. La comuna es más que una estructura gubernamental; es nuestra forma de afirmar que existimos como pueblo con una historia y un destino propios. 

Nereida González Vásquez: Esta comunidad aúna ocho consejos comunales. En 2011 decidimos constituirla, aunque Palmarito, desde siempre, ha sido una comunidad con una sólida tradición organizativa. 

Para mí, la comunidad es un instrumento, un medio para que nosotros, quienes trabajamos, como la gente del mar, como pueblo, resolvamos nuestros problemas. Nos reunimos en asambleas y allí establecemos nuestras prioridades: construir un nuevo pabellón para la escuela, reparar las carreteras y abordar los numerosos problemas que el bloqueo impuesto por Estados Unidos ha ocasionado.

La fortaleza de la comunidad radica en que el gobierno nos diga qué hacer, reproduciendo hábitos coloniales, ni de que algún burócrata que desconoce nuestra realidad intente “resolver” los problemas que tiene nuestra comunidad por medio de instituciones que casi siempre son lentas e ineficaces.

La comunidad se basa en que las personas se reúnan para decidir qué es lo más importante y trazar un camino para abordarlo de forma colectiva.  Las comunidades son autogobiernos populares y, como solía decir Chávez, constituyen la base del socialismo, un socialismo que surge desde abajo, del propio pueblo.

Luisana Antúnez: Palmarito es conocido por sus tradiciones culturales, nuestra devoción a San Benito y los Chimbángueles que tocamos en su honor, así como por la vida pesquera de nuestra gente, que en el lago encuentra su alimento.

Pero hay algo más que define a nuestra comunidad: desde sus inicios, las mujeres han estado a la vanguardia de este proceso.  La comuna de Palmarito se distingue por el liderazgo femenino.  Estamos en el corazón de la vida comunal, cuidamos la salud, defendemos la educación, organizamos la cultura y asumimos responsabilidades políticas. En Palmarito, las mujeres no somos únicamente amas de casas, pescadoras y docentes; también cuidamos de la comunidad.  Se nos ha dejado el espacio para darle visibilidad y convertir nuestro liderazgo en algo tangible.

Yoglis Solarte: Lo que hemos construido aquí es posible porque el Chimbánguele y las gentes del mar nos enseñaron a trabajar juntos. Mucho antes de que Chávez nos hablara de la comunidad, ya teníamos una especie de estructura comunal en el Chimbánguele. Todos participan en la organización del festival de San Benito, a pesar de que el grupo tenga un mayordomo, capitanes y un director. 

Estas personalidades tienen autoridad moral y las elige la comunidad; encarnan un liderazgo que el pueblo reconoce.  Esta tradición viva hizo que nos resultara natural asumir la comunidad como un camino a seguir.  Por eso, cuando Chávez nos llamó a organizarnos, fue como si el terreno ya estuviera preparado: las semillas del proyecto comunal, que no es otra cosa que el socialismo, ya se habían plantado.

Hay algo que siempre digo: la única salvación para el mundo es el socialismo. El socialismo es comunidad, humildad, igualdad y darle poder a la gente. En la Cuarta República [1958-1999], el gobierno no hizo nada por nosotros, y no hubo espacios participativos más allá de los que nosotros mismos forjamos a nivel local. Ahora las cosas son diferentes.

Este gobierno es humanista y promueve el protagonismo; ¿quién puede negar eso? Comparemos: ¿acaso el pueblo en Estados Unidos tiene poder? No, no lo tiene. Aquí tenemos muchos problemas, pero en la comunidad, es el pueblo quien decide. 

Todavía queda mucho camino por recorrer: existen contradicciones y tenemos un gran problema con el imperialismo, pero vamos en la dirección correcta. 

Francisco Segundo Estrada Balza: Cuando hablamos de Palmarito, no podemos separarlo de la cultura, de la pesca ni del cuidado del conuco [pequeña parcela diversificada]. El Chimbánguele y los consejos de la gente del mar forman parte del mismo tejido social. La ASOCHIPA, la asociación que salvaguarda la tradición de los Chimbánguele, trabaja junto con la comuna, al igual que los CONPPAS [consejos de la gente del mar]. De la mano del gobierno, se abordan los problemas a los que nos enfrentamos. Es un solo cuerpo con muchos miembros, pero todos avanzando hacia el mismo objetivo.

Leonardo Pirela: Nuestra comuna tiene una vocación productiva. Vivimos de la pesca, pero también cultivamos yuca, plátano, banana y topocho, y nuestra hermosa playa se convierte en un destino turístico durante las vacaciones. Cada actividad sostiene la vida, pero gracias a la comunidad podemos integrarlas todas en un proyecto común. Así, lo que hace cada familia no queda aislado: pasa a formar parte de algo más grande, algo que nos pertenece a todos. Eso es lo que la fortalece: convertir la mera supervivencia en un futuro común.

La comunidad es el legado de Chávez.

La historia de Palmarito

La historia del pueblo de Palmarito está ligada a la herencia africana y a sus formas de resistencia. 

ANTES DEL SIGLO XX

Arsenio Chourio Morante: Mucho antes de que Palmarito existiera como el pueblo que conocemos, estuvo habitado por pueblos indígenas: los Bobures, Quiriquires, Motilones y otros, todos de origen caribe. A lo largo de las orillas del lago y en las tierras bajas, las comunidades sobrevivían gracias a la pesca, la caza y la agricultura a pequeña escala.  Eso todavía define nuestra vida, aunque ellos fueron los primeros en comprender los ritmos del lago, sus ciclos de abundancia y escasez. 

Ese conocimiento práctico de cómo vivir del lago y la tierra circundante se transmitió de generación en generación.

Con la colonización llegó la violencia. Ya en 1528, africanos esclavizados eran traídos a esta región a través de Maracaibo. A finales del siglo XVI, el pueblo vecino de Gibraltar se había convertido en uno de los principales puertos de Venezuela y en un eje central del comercio transatlántico de esclavos. Al mismo tiempo, hay registros de resistencia indígena cerca de Gibraltar que se prolongaron hasta 1668, cuando los sometieron y esclavizaron.

Los colonizadores de esta región tenían grandes plantaciones de cacao, café, banano, maíz, alubias, tabaco y caña de azúcar, valiéndose de personas esclavizadas para hacer el trabajo. No obstante, donde hay esclavitud, también hay resistencia.

Hay historias, e incluso algunos documentos, sobre rebeliones de personas esclavizadas, así como testimonios de los cumbes [comunidades cimarronas]. Aquí se habla del Cumbe del Parral y del Cumbe de Si Dios Quiere, que eran territorios de autodefensa organizados por antiguos esclavos. Por supuesto, estos cumbes estaban apartados, en las montañas, no a la vista en la orilla del lago donde está Palmarito.

Se dice que entre los africanos traídos a esta región había mandingas, conocidos por ser altos y fuertes. Quizás por eso en lugares como Santa María, un pueblo vecino establecido mucho antes de Palmarito, la población es más alta. Otros pueblos como San José de Era en el sur del Lago fueron poblados por personas esclavizadas de otros pueblos africanos. 

También existen numerosos relatos de ataques piratas, incluidas las incursiones de [Henry] Morgan, en las ciudades junto al lago durante el siglo XVII. Uno de estos sucesos fue el incendio de Gibraltar en la década de 1660, cuando toda la iglesia fue destruida, excepto la figura de Jesús. De allí surgió la devoción al Cristo Negro de Gibraltar.

Las historias de nuestro pueblo se han transmitido de generación en generación, y algunos acontecimientos también se conservan en documentos escritos.

Leonardo Pirela: Recordar la resistencia no es solo la historia. Es nuestra identidad. Cuando decimos que Palmarito es parte de los pueblos santos, estamos diciendo que pertenecemos a una cadena de comunidades de afrodescendientes a lo largo del Sur del Lago que sobrevivieron a la esclavitud, resistieron todo tipo de dominación y opresión y preservaron sus tradiciones y celebraciones. Palmarito está cultural, histórica y geográficamente unido a Gibraltar, Bobures, Santa María y San José de Era. Cada pueblo es diferente, pero a todos los hermana la devoción a San Benito, un santo negro, símbolo de la resistencia.

EL SIGLO XX

Arsenio Chourio Morante: Mis padres me contaron que cuando esto era apenas un caserío, la Compañía Azucarera y HL Boulton de Maracaibo tenían una plantación aquí. Los cañaverales se extendían desde esta orilla del lago hasta la carretera Panamericana, un tramo de unos 13 kilómetros. Se fueron aproximadamente en 1940. Como saben, la producción de caña de azúcar era sumamente esclava, y nuestros antepasados tuvieron que trabajar bajo esas condiciones tan duras.

Nereida González Vásquez: Nuestros abuelos nos cuentan que Palmarito era un pequeño caserío a orillas del lago, un muelle donde llegaban pequeñas embarcaciones con mercancías. Al principio, la gente venía a comerciar con cacao, plátano o pescado. Luego algunos se quedaron, construyeron sus casas y formaron el pueblo. El transporte costero en botes pequeños, el cabotaje era la forma de vida. El lago era la carretera y Palmarito, uno de sus puertos. Fue a mediados del siglo XX cuando Palmarito se convirtió en un pueblo más grande.

Arsenio Chourio Morante: Palmarito siempre ha sido un lugar de paso y de encuentro. Las piraguas (botes pequeños) traían productos y también noticias, música y personas. Esto hacía que, a pesar de ser pequeño, Palmarito estuviera conectado. Más tarde, en el siglo XX, llegaron la electricidad, un consultorio médico y una escuela. 

Algunas personas se preguntan por qué Palmarito, en la orilla sur del lago de Maracaibo, forma parte de Mérida —un estado conocido por sus montañas y su cultura andina—, mientras que los demás pueblos santos están en Zulia. Esta es una vieja historia sobre fronteras. Administrativamente, desde 1904 pertenecemos a Mérida y estamos orgullosos de ello. Pero culturalmente, estamos profundamente conectados con los pueblos santos. Llevamos ambas identidades: Mérida en el mapa y en el corazón, y las tradiciones afrodescendientes del lago en la vida cotidiana y en la sangre. Nos sentimos orgullosos de las dos. 

Luisana Antúnez: El lago conforma la historia de Palmarito, alimentó al pueblo, lo conectó con otros lugares, pero también lo amenazó con inundaciones y tormentas. Pese a esos peligros, nuestra gente nunca abandonó esta tierra. Al contrario, se aferraron a ella porque el territorio era más que tierra: era una comunidad tradiciones propias.

NOTA:

* "Ajé" es un canto sagrado que los pueblos afrodescendientes del sur del Lago dedican a San Benito. Los estudiosos remontan la palabra a las tradiciones de África Occidental, probablemente "yoruba", donde "ajé" significa poder y capacidad de dar vida. En Palmarito, el canto se entona colectivamente con los tambores Chimbánguele.

Available in
EnglishSpanishPortuguese (Brazil)GermanFrenchArabic
Authors
Chris Gilbert and Cira Pascual Marquina
Date
07.10.2025
Source
VenezuelanalysisOriginal article
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